domingo, 30 de agosto de 2009

Ni todas las rancheras


-Prometí bajarle a tanto tabaco... pero adivina que me dejaron unos clientes de propina.

-¿100 pesos?

-No. Una cajetilla casi entera de cigarros. Dios quiere que fume... y ni soy creyente.

-------------------------------------------------------

La gente que me conoce sabe cuanto me gustan las ironías. Ahí esta el atractivo, en ver la vida con un doble sentido de coincidencia y detereminacion afectado por la decision de las personas.

Entonces es obvio decir que la vida en un bar es un exquisito de todas estas historias paralelas, algo que poder contar despues, algo que no se ve en ningún otro lugar.

Y vamos, regresar a trabajar entre tanto tabaco, alcohol y música es siempre estimulante, aunque yo daba señales desde hace tiempo de querer dejar esa vida nocturna tan arraigada.

¿Pero como hacerlo si es la unica vida que conosco? Como si no fuera una relacion casi simbiotica. Un horario de ensueño de mas de 14 horas a cambio de las mil y una maravilla de historias que transcurren por el establecimiento.

Regresamos a la ironía. Un viernes soportando temores e iracundos borrachos mandados al diablo por culpa de una dama que dejó un No al pie de una propuesta de boda.

Y así de fácil, el sabado, una mujer abandonada al fresco de una cerveza encuentra el romance que necesita de un traseunte citadino perdido, desubicado y destituido por citas que nunca ocurrieron.

Entonces no sabemos como es que pasamos a pensar que Vicente Fernandez puede servir de hilo conductor para ambos malos casos. ¿Que debe el servidor pensar entonces de tanta ironía? ¿Buena señal, mala señal?

Esceptico, soy un esceptico, hay que aferrarse a ello.

Pero vamos, ni que fuera la primera vez que me entretengo mirando a los borrachos tropezar con las sillas del lugar. De nuevo sociologico, de nuevo antropologico, de nuevo psicologico.

Ah, con lo bueno que sería que no hubiera llovido tanto, carajo.

Salud.

No hay comentarios: