jueves, 25 de junio de 2009

Un tipo llamado Sabina


¿Que es lo que pasa, corazón? Ay de mi, tan lejitos de casa sin saber a donde huir... ~


Parece increible que despues de un año y tanto no me haya decidido a hacerle una entrada a una de las personas que mas admiro, a una de las personas que mas me han marcado en la vida: Joaquín Sabina.

Quiza no es que sea increible de parecer que no le haya homenajeado, o que haya decidido no hacerlo por torpe o inmaculado.

Quiza es que me da miedo hacerlo y alimentarle el ego ya cansado. Me da miedo que le haga daño un trago de este alcohol aún mas fuerte como lo es el orgullo mismo.

Sin embargo, hablar de Joaquín Sabina es tambien tomarse una copa con él. Es egolatrarle y egolatrarme; así la botella no cae tan pesado ni a uno ni al otro y es más fácil pasearse en la ciudad a madrugadas horas.

Vaya, y es pensar en Cuando era mas jóven.

Todavía. Todavía recuerdo la primera canción y el primer disco que escuché de él. Yo apenas un crío y él ya había vivido 19 dias y 500 noches (y todavía sigue la diferencia delimitada, quiza solamente multiplicadas unas tantas veces mas).

Todavía pienso en el como el Pirata cojo de sus cuentos. Tal cual lo veía a mis ocho o siete años de vida (ante la bestia de sus ya Cuarenta y diez), para mí era el viejo de la voz grave que sabía exactamente que decir en cada exacto y puto momento.

Después no quize saber nada (porque lo olvidé, o porque quería olvidarlo. Me daba miedo su persepción de profeta u astrologo de lunas, me daba miedo tanta exactitud). Lo mande al carajo unos años y me sentí mal.

Me faltaba el compañero.

Me faltaban filosofías.

Me faltaba tanto alcohol.

Recuerdo haberlo visto en un bar, en una de las tantas Canciones de las noches perdidas, y nos quedamos hasta amanecerse. Cantamos demasiado Y nos dieron las diez (Y evidentemente, nos las dieron) hasta que nos dió asco.

Hasta sentir que el mariachi estaba siendo demasiado obsesivo y ya no queríamos hablar del tema.

Es y siempre ha sido un gran amigo, otro padre, consejero matrimonial (increible, de un hombre que no puede querer mas que querer que lo quieran todas). Recitaba y yo bebía, me quejaba y me daba un golpe al hombro: "¡Joder, chaval! Las mujeres: trenes. Todas llevan a Calle Melancolía".

Y evidentemente. Vecinos. Todavía.

Cada uno mandandose al diablo hasta que tenemos ganas de beber. Hasta sentir la necesidad de robarnos cigarros y pensar que nos conocemos de toda la vida.

Y somos tan compadres que no importa situación o hecho. Si a uno le rompen el corazón, si uno no sabe que hacer para que le quieran querer como uno quiere.

Si al otro lo han operado, delicado, pulmon de hierro. Para caminar con tres pies hay que tener pantalones.

No importa, aun nos vemos y decímos: Vamonos pa'l sur.

Porque Sabina a sido otro padre, ya lo he dicho, un maestro más poeta que trotamundos de la nota Fa. Es la experiencia del que no tienes con que conversar para darle la razón (otra vez obviando el hecho de su ego está cansado y el porqué no quería hacerle una entrada solamente para él).

Y seguimos mirando, observando. Nos fascinamos con los Peces de ciudad y entonces creemos que no es Otro Jueves cobarde (aunque no sea ni siquiera jueves cobarde del Sabina, solo le encanta hacerlos él tan cobardes).

Si, esta vez lo recuerdo. Esta vez brindo con gusto porque no se brindar de otra manera.

Porque si lo hallan a él o a mi muerto, casi ahogado y destruído, no vayan a decir que yo no levanté mi copa y dije:

Salud. Salud por el Hombre del traje gris.

Ahora que, como siempre, nos gusta conversar sin el ruido de la ciudad de lata.

1 comentario:

Diego Guerrero dijo...

Lo leí y pensé en no dejarte ningún comentario al respecto. Pero cambié de idea, ahorita con algo de licor en la sangre, y decidí decir "Mágico, Sabina siempre."