sábado, 2 de mayo de 2009

Lo que alguna vez fue Pável (O, un héroe llamado tal para cual)


Creo que la única razon por la que sigo bebiendo constantemente es por el hecho de ser (y al mismo tiempo olvidar) Pável Medina Rodríguez otra vez, por unos minutos.

Ya para estas alturas es dificil reconocerlo, pero a veces le gusta sentirse Fenix, el muy idiota.

Y recuerdo que era un sujeto alegre y desinteresado, uno de esos altruistas idiotas que creían en la magia de la gente y lo posible de la buena voluntad. Le gustaba ayudar a los demas sin pensar en recibir algo a cambio (aunque eso del altruismo no exista y el mismo supiera eso, aunque lo reprimiera) haciendo que fuera fácil aprovecharse de él.

Era un muchacho cortés, porque no. Se la pasaba buscandole mil y un formas de hacer sonreír a una mujer, hablando de ademanes y halagos para lo que buscaba su risa.

Una droga a sus oidos, un placer ante sus ojos, eso decía el.

En ese entonces, Pável no bebía, solo le gustaba tomarse un trago con sus amigos para poder volver al tema de sus amores y la dificultad que había en ser tomado en cuenta.

Tampoco fumaba.

El pensaba en el cigarro como una forma vil y hasta hilarante del reprimido oralmente. Tenía algo de Freud aun sin conocerlo de letras o frases a doble sentido, irónico.

Era un optimista sin remedio, una de esas pequeñas criaturas enamoradas de la posibilidad de una utopía estilo Platón.

Y las mujeres ¡Esas mujeres! Aquel Pável estaba obsesionado, terriblemente enamorado, en encontrar a su ángel (así le decía a la mujer que creía llegaría y lo sacaría de su soledad).

Entonces escribía. Era como escribir en verso para hacerse de cartas. Las arrojaba al viento y esperaba a que alguna blanca de negra melena corta, o una mujer de largos rizos castaños, o el volumen de un rojo fuego de cabeza femenina, bajara del cielo, con sus alas blancas extendidas, a recibirle con un beso.

Le encantaba leerse una de esas novelas graficas japonesas romanticas llamadas shojo, o leerse Noches Blancas de Dostoyevski (solo para llorar de noche, a altas horas de la madrugada), o escribir y dibujar situaciones de amor posibles para él (o imposibles, eso no importaba. Personalmente, maldigo a Ayase, de Midori no Hibi, a Lucy, de 50 firts dates, o a Nástienka, la perspicaz y linda co-protagonista de Noches Blancas, de Fiedor Dostoyevski).

Todavía pienso en él como el muchacho que le hacía el dibujo a Ethel. A esa voluble de piel morena que soñaba en liberarse. O cuando iba a Puebla solo para estar con Patty, abrazarla, hacerle sentir que estaba segura y que nadie le haría daño.

Pável tenia mucho del complejo de idiota.

Sentía la necesidad, constantemente, de enamorarse de la chica que creía mas desafortunada, para salvarla.

*Ethel y su incertidumbre, su busqueda de amor erronea.
*Patricia, la alejada poblana que escribia cartas de amor.
*Verónica y su mundo de superficialidad enmascarada.
*Ofelia, la mas callada de las cuatro.
*Janette, abandonada, indecisa.

Todo un mundo de casos sin resolver del que Pável sentía necesario ser su heroe.

Al final, eso fue lo que terminó destruyendolo.

Y bueno, si, aunque es dificil reconocerlo, aún lo hago. Me gusta sentarme las noches de fin de semana, con una botella de whisky en las manos, y pensar que a Pável aun no le han matado.

Aunque lo aborresca.

Aunque crea que era un idiota irrealista que no estaba al tanto de que había nacido en una epoca diferente.

Donde las mujeres ya no pasan las rosas regaladas por el contorno de sus labios, bajo su nariz, aprobando al caballero que se había arrodillado solo para ella.

Solo para ella.

Salud.

PD: El video le hubiera gustado a Pável. Y si no fuera porque ya no hay nombre que escribir en la pared, este muchacho moribúndo ya estaría entusiasmado por la idea de que estamos en pleno siglo XVIII.

Tristísimo.

1 comentario:

Diego Guerrero dijo...

Encantador y personal. Un poco más de ese Sombrerin galantemente soñador.

¿Coincidencia que me recuerde a alguien? Un poco, a mi mismo.

Me alegraría que en algún momento logres balancear al soñador con el Pável de ahora.

Bueno compadre, algún día emprenderé viaje hacia esa ciudad, esa joya imaginaria de America Latina, México y le brindaré un par de copas a mi hermano, Sombrerin, para que me cuente esas historias y las nuevas historias por contar. Sólo un par de copas o me arruino.