miércoles, 6 de mayo de 2009

Un café de noche en Buenos Aires


Conociendolos debo suponer que para estas alturas ya me consideran un ser arrogante, egocentrico, amargado y alcoholico. Un déspota de la autodestrucción y la misma destrucción de los demás.

Por eso hoy voy a probarles lo contrario.

No siempre soy alcohólico (debería de darles vergüenza).

Ayer decidí salir por fin de mi confinamiento solitario gracias al miserable bloqueo de escritor que abruma a nosotros los genios desde tiempos inmemoriables.

Las calles continuaban solas, pero había ya cierta actividad de desinterés sanitario. Solo un pequeño puñado de idiotas continuaban con sus hipocondrías llevandose constantemente el cubrebocas a la cara.

Otros solo parecian tenerlo de adorno.

El centro histórico de Zapopan cambió considerablemente, teniendo en cuenta las obras ya vistas antes de las vacaciones academicas, o de todo este caos de influenzas humanas/porcinas, animales al final de cuentas.

Pero las calles vacías le dieron al café de la tarde un cierto toque romántico de melancolía agradable. La musica del lugar, ese tango estilo Gardel y la brisa del verano que se acerca, además de los cigarros consumidos, uno tras otro, me hicieron olvidar lo que alguna vez fue sentarse a tomar un café caliente.

Y como todo ferviente controvertido, las pláticas alrededor de las dos cucharadas y media de azucar le dieron el toque mas intenso a cada trago.

Charlas de siempre, de patente pendiente (como la necesidad de discutir con una estudiante de psicología, mientras el estudiante de negocios internacionales le daba otro sorbo a su exótico café de semilla hindú; si, yo también lo consideré algo demasiado homosexual) con intervalos de silencio para nada incómodos.

Hasta agradables.

Después de la despedida y los planes para el fin de semana (otra vez Banda, y otra vez whisky en las rocas) regresé a casa, para encarar la batalla final en contra de mi trabajo extraordinario.

Bueno, de que siga rompiendome la cabeza en escribir mis cuentos y en empezar mi novela sin éxito, a terminar la carpeta y evitar el repechaje académico, mejor lo último.

Aún quedan unos días de vacaciones, al final de cuentas.

Y creer que el maestro Rigo Mora ha muerto me resulta demasiado surrealista.

Por eso es que en México no hay buenos animadores, caray.

Salud.

1 comentario:

Carlos Esparza dijo...

Ah, un cafe por la tarde... mi antiguo ritual.

Trabaje en una buena cafeteria por mucho tiempo, y creeme, los cafes exoticos solo son para dos tipos de persona: Los homosexuales y los afeminados. (notese que no nombre a las mujeres porque esas siempre piden capuchino).

Buena tarde, compadre, agradable cuando uno puede notar la ignorancia de su pueblo, y se averguenza de una histeria colectiva que no da a lugar.

Saludos!