jueves, 26 de marzo de 2009
De viaje en Temacapulín... (Segunda Parte)
Y decía yo que había vivido en Temacapulín. Por unos dias.
Habían sido los mas perfectos dias para descansar, sino fuera por la idiota compañia que me tocó compartir.
Lejos de todo ello, el pueblo recibío al fuereño con los brazos abiertos.
Sobretodo por sus falsas esperanzas en Dioses falsos, creyendo que fueran reales. Pensando en nosotros profetas de fe y esperanza.
Pero ah, que decir, la aldea era maravillosa.
Tenía un clima mixto y voluble. Calido, sofocante, templado y frío.
Con muchas posibilidades de lluvia a secas.
Y para cuando los dias se volvían pesados, habían algunas albercas de aguas y azufre. Revitalizante. Donde podía uno dormir a la interperie, tomandose una copa a su costa.
¡Y el cielo tenía estrellas bordadas! ¡Existian! No son un mito urbano, como me lo habían descrito.
Continúo.
Su gente estaba resignada, pero no lo demostraban.
Aun creían que había esperanza.
Y da tristeza. Quizá mas bien lástima (ahora que los rastros de suela estan sumergidos a varios metros bajo el agua) porque en realidad a nadie le importa ese pueblo.
A nadie le importa si algunos lejanos se ahogan, o mueren luchando en silencio, o lloran cercanos a la tumba de sus antepasados, unos de mas de 450 años de historia.
No, a nadie le importa. A nadie le importa los diez por ocho cuadras que conforman el poblado.
Ni a sus Dioses, ni a sus muertos, ni al gobierno... por supuesto.
Y me dijeron que el que viajaba a Temacapulín se deshacia de sus penas, de sus problemas y de sus confusiones...
No suelo ser supersticioso, pero aprendí algunas cosas y estoy listo para dar el siguiente paso a la enmancipación del alma.
En fin.
Brindo por aquellos compañeros de copa, lugareños solamente, que nacieron o llegaron ahí y perdieron todo rastro de preocupación.
Salud.
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