martes, 17 de marzo de 2009

De viaje en Temacapulín... (Primera Parte)


-Te voy a presentar a una amiga que es igual de amargada que tu, Sombre.

-No me interesa.

-Mh... solo te interesa V. ¿No?

(silencio, cigarro y alcohol)

-Ni modo, Sombre, ella ya está apartada.

-Que curioso, yo tenia entendido que solo los objetos se podían apartar.

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Temacapulín es un pueblo guerrero que lucha en silencio.

Así de grave.

Es un pueblo que va a dejar de ser pueblo para ser alimento omnipresente de peces y algas.

Es un pueblo que alimenta la codicia humana, que es devorada por las fauces de un gobierno totalitario.

Temacapulín era un pueblo.

Y yo recuerdo mucho ese pueblo, porque viví ahi. Por casi cuatro dias.

Recuerdo la primera vez que llegué. El silencio me saludó casi golpeando el rostro. La gente de la aldea me miraba escondida desde el mas profundo de sus cortinas.

Yo iba con unos compañeros.

Y era sorprenderse con el callado tan macabro de sus calles, donde solo los pajaros alegraban el fondo del valle con su canto melodioso.

Aun cuando hasta arriba volaban algunos zopilotes, esperando a cualquier muerto.

El viejo cementerio, de mas de cuatroscientos años de edad, solo tenia espacio para dos epitafios.

Muy mal escritos.

Pero desde ahí, esos dos reyes podían sentirse Dioses estando a la altura suficiente de ver toda Temacapulín desde donde estaban.

Curiosamente.

Y cuando la gente no era fantasma, le gustaba divertirse a las aguas de un balneario. Con la deliciosa comida, las risas de los niños y alguno que otro bikini bien puesto que arremetia el deseo de cualquier iracundo.

Pero divago.

Lo mejor de Temacapulín siempre fueron sus baños termales. Separados, calidos, refrescantes. Con una canción y arrullo del agua, que, sin haber tocado con la piel desnuda la calidad de sus efectos magistrales, podían tranquilizar hasta al mas grande demonio.

Lastima que los politicos nunca llegaron.

De repente, ese dia uno, aparecían los viejos, los unicos sabios que contaban las historias engarzadas del pueblo amenazado.

Y hablaban de sus padres, y los padres de sus padres, y los padres de aquellos, consecutivamente.

Todo esto al marco del graffiti crítico. El NO pintado miles de veces.

Los cuentos nunca tan secretos.

Si, recuerdo bien la primera vez que llegué a Temacapulín.

Todo era vino, cigarro y tranquilidad.

Una tranquilidad desgraciada.

Salud.

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