martes, 4 de noviembre de 2008

El rincón perdido de Dios


Siempre es agradable salir de la ciudad y dejarse llevar por la tranquila serenidad de un pueblo allegado.

Para mi, La Barca, Jalisco siempre ha sido uno de estos lugares, quizá por su interminable comodidad social, la comida o la belleza estetica entre rural y urbana.

Es caminar por el empedrado hasta la plaza y sentarse a fumar un cigarrillo a las doce de la mañana, bajo los faroles de un tradicional mundo pequeño.

Sigue siendo un pesar salir pocas veces al año y bajo ciertas cuestiones no muy gratas o poco favorecedoras, sin embargo aun despues de siete años, parece que el mundo se detiene al pie de su tumba. Porque no.

Entonces deambular por los pequeños negocios no suena tan descabellado, ni leer una revista, ni comer algo de birria en el puesto de siempre, ni sentarse en aquella sala donde siempre se da la bienvenida al nuevo año.

Asi es La Barca. Enfermizamente catolica y sencilla.

Da gusto ir ahi de vez en cuando.

Salute.

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