miércoles, 20 de julio de 2011

Capitulo 23


-Ya se te están marcando las patas de gallo y la papada, Pavel

-La primera es por la risa, la segunda por convicción.

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A las doce de la madrugada terminé con el sorbo de café y me puse a observar el infinito mundo de los infomerciales en mi nuevo departamento.

No había tiempo de recordar los ausentes 23, el estruendoso llegar del dia 19 de Julio de cada año para recalcar el tiempo de piel muerta y polvillo sobre los zapatos.

Con la escases de comunicación me había quedado despierto hasta muy tarde esa madrugada pensando en los 23 y los otros vigésimos primeros.

¿Es este el inicio de alguna crisis de temprana edad?

Miré a mi alrededor. Las paredes blancas y vacías, la luz fría rozando las persianas. El montón de cajas y el televisor haciendo eco con un Mr. T y los productos de cocina milagrosos.

Como hace gusto una comida caliente cuando ni el cilindro de gas se tiene.

Tal vez sea este mi regalo. Una independencia por fin concretada. Sin compañeros, sin rendirle mas cuentas que al casero general. Al burócrata estúpido que inunda con papel de baño el suelo de la oficina.

Sin café en taza. Una en cartoncillo. Con las sabanas llenas de migas y la cocina haciendole un goteo al fregador.

Un año entero. Uno de vivir en la ciudad de los angeles como un trotamundos de hogar a hogar. Un cachorro con su cachorra trotando por las calles sorprendiendonos del multifacetico espacio colonial.

Y si ayer fue mi cumpleaños; hoy yo cumplo solo un día de tantos anteriores. Hoy se acaba el festejo y hay que lavar la ropa, inventarse alguna otra cosa para el almuerzo que no sea tan enlatado; sacudir el polvo, abrir las ventanas y regar la hermosa y diminuta planta que adorna con vida el mundo nuevo.

Y también pienso en el festejo. En el desayuno, la comida y el pastel. En el dia tan fresco, los vientos nublados y el sol que acariciaba la piel sin tostarla.

En Patricia y su risa. En sus dedos clavandoseme entre los pliegues del estomago. En las costillas que hice reir y las que me hicieron reir.

La travesura y la noche apresurada.

En la familia que llamó a felicitarme y saludar tambien a la novia que se deleitaba con las papas a la francesa y la suculenta crema de queso azul.

Ahora me doy el tiempo para charlar mejor con ellos y con mi hermosa jovencita. Al fin y al cabo, son ya las vacaciones de verano y el agua fría de la regadera me a despertado correctamente.

Con esto, me despido del inicio de los 23, mirando la catedral desde un balcón de mi ingenua imaginación. Pensando en las fotografías que nos hicimos y en que en un año mas, espero poder seguir viendola con la taza de café, la gorra mas arriba de la frente... y la novia sonriendome la buena edad que me ha llegado.

Salud.

PD: Y para no irme con las manos vacias en este regreso al blog... otro capitulo 23; un resumen de esta Rayuela que era tener el ojo analítico de un compañero escritor.

Capitulo 23 (Fragmento) Rayuela Julio Cortázar

Parado en una esquina, harto del cariz enrarecido de su reflexión (y eso que a cada momento, no sabía por qué, pensaba que el viejecito herido estaría en una cama de hospital, los médicos y los estudiantes y las enfermeras lo rodearían amablemente impersonales, le preguntarían nombre y edad y profesión, le dirían que no era nada, lo aliviarían de inmediato con inyecciones y vendajes), Oliveira se había puesto a mirar lo que ocurría en torno y que como cualquier esquina de cualquier ciudad era la ilustración perfecta de lo que estaba pensando y casi le evitaba el trabajo. En el café, protegidos del frío (iba a ser cosa de entrar y beberse un vaso de vino), un grupo de albañiles charlaba con el patrón del mostrador. Dos estudiantes leían y escribían en una mesa, y Oliveira los veía alzar la vista y mirar hacia el grupo de los albañiles, volver al libro o al cuaderno, mirar de nuevo. De una caja de cristal a otra, mirarse, aislarse, mirarse: eso era todo. Por encima de la terraza cerrada del café, una señora del primer piso parecía estar cosiendo o cortando un vestido junto a la ventana. Su alto peinado se movía cadencioso. Oliveira imaginaba sus pensamientos, las tijeras, los hijos que volverían de la escuela de un momento a otro, el marido terminando la jornada en una oficina o en un banco. Los albañiles, los estudiantes, la señora, y ahora un clochard desembocaba de una calle transversal, con una botella de vino tiento saliéndole del bolsillo, empujando un cochecito de niño lleno de periódicos viejos, latas, ropas deshilachadas y mugrientas, una muñeca sin cabeza, un paquete de donde salía una cola de pescado. Los albañiles, los estudiantes, la señora, el clochard, y en la casilla como para condenados a la picota, LOTERIE NATIONALE, una vieja de mechas irredentes brotando de una especie de papalina gris, las manos metidas en mitones azules, TIRAGE MERCREDI, esperando sin esperar al cliente, con un brasero de carbón a los pies, encajada en su ataúd vertical, quieta, semihelada, ofreciendo la suerte y pensando vaya a saber qué, pequeños grumos de ideas, repeticiones seniles, la maestra de la infancia que le regalaba dulces, un marido muerto e el Somme, un hijo viajante de comercio, por la noche la bohardilla sin agua corriente, la sopa para tres días, el boeuf bourguignon que cuesta menos que un bife, TIRAGE MERCREDI. Los albañiles, los estudiantes, el clochard, la vendedora de lotería, cada grupo, cada uno en su caja de vidrio, pero que un viejo cayera bajo un auto y de inmediato habría una carrera general hacia el lugar del accidente, un vehemente cambio de impresiones, de críticas, disparidades y coincidencias hasta que empezara a llover otra vez y los albañiles se volvieran al mostrador, los estudiantes a su mesa, los X a los X, los Z a los Z.

1 comentario:

Gessekai dijo...

¡cachorra tu cola!
jojo, juraría que había comentado esta entrada, pero uno ya no sabe. Es increible todo lo que ha pasado este año y será todavía mejor lo que pase en los meses por venir,de eso me aseguro yo. (: