domingo, 26 de abril de 2009

Nueva Orleans no está tan lejos de casa...


Lo malo de ser anfitrión de una fiesta es el hecho de tener que hacerte responsable de todo el caos interno.

Aunque claro, siendo yo un idiota miserable, preferí alejarme del mundo anglomerado de la desesperación y el estres y me dediqué escencialmente a emborracharme (gracias a ese gesto tan amable de Hugo de regalarme media botella de Herradura Antiguo) y a fumar cual escritor agonizante.

Era eso o tener que soportar sobrio a la constante queja y orden de los demas compañeros, ademas de tener que ayudar a recoger al final.

Lo que en mi caso, esa palabra: ayudar, no existe en mi diccionario.

A pesar del escaso exito que tuvo la muestra y la patetica interpretacion erotica de las chicas de broadway, el bar tomo ese rumbo desertico-socialista con el que a todo buen filósofo del trago le gusta interactuar.

Y a pesar del extraordinario que me espera el jueves, puedo decir que finalmente me siento liberado para descansar, escuchar un buen jazz por las noches y escribir hasta que me sangre la mirada.

Todo sea por otro buen trago y el usual brindis.

Salud.

1 comentario:

Carlos Esparza dijo...

El problema con cualquier evento social, donde requiere una interaccion directa con otros lamentables seres humanos, es que sino requieres (ni quieres) con la facilidad de socializar, seras una sombra que devora cigarros y se ahoga en licor... Lo bueno es que cuando te excedes de ambos, pasas de ser una sombra de rincon, a un vago que se quedo dormido en el sofa...

Saludos!